Ya está, ya se ha terminado la segunda temporada de 'True Detective'. Ya podemos dejar de reírnos con esas líneas de diálogo sacadas de una galleta de la fortuna - no lo decimos nosotros, lo dice Seth Meyers - y algunos ya pueden dejar de repetir su mantra particular tras cada episodio con lo mucho que les aburría, el poco interés que tenía y lo muy por debajo que estaba de su primera temporada. Ya nos había quedado claro todo. Aunque la 'season finale', que ahora comentamos con 'spoilers', por si acaso ha remarcado todos esos defectos, para que no nos olvidemos de la cantautora depresiva y más.
David Valverde, @CapitanValverde.
Un servidor siempre ha considerado que un homenaje al género criminal no puede despedirse sin un último gran golpe. Es un clásico de este tipo de relatos, en sus compases finales ha de haber un atraco o un tiroteo final que marque el último paso antes de la conclusión. Esta temporada que ha usado y abusado de todos los clichés del género no podía ser menos. No será a esto a lo que pongamos problemas, pero hubiésemos preferido que esto fuese la pieza principal del episodio y no uno más de los múltiples eventos que este ha querido narrar a lo largo de noventa minutos.
Eso es, noventa minutos ha necesitado Nic Pizzolatto para cerrar una historia que no había conseguido desarrollar apropiadamente en las siete horas precedentes. La resolución de la identidad del asesino de Ben Caspere se ha resuelto en una conversación de siete minutos en la que los protagonistas Velcoro (Colin Farrell) y Bezzerides (Rachel McAdams) recuerdan que había dos huérfanos en la historia que no habían encontrado hueco todavía en el relato, fin del asunto. A partir de ahí llegan las conclusiones precipitadas.
Con una pobre imitación del estilo Brian de Palma tenemos ese encuentro entre protagonistas y antagonistas en una estación de ferrocarriles, que termina con el evidente tiroteo y caos entre los civiles. Entendemos que se haya querido hacer un homenaje al cine noir con esta temporada, pero a lo largo de estas ocho horas y media lo que hemos obtenido en su lugar es un remix de todo aquello por lo que el cine, la televisión y la literatura ya habían pasado y repasado varias veces.
Mientras que su predecesora tenía la originalidad de mezclar precisamente ese género con la mitología de los horrores de Lovecraft y Chambers, una mezcla menos habitual,y que rápidamente llamó la atención de los espectadores, esta no aporta nada nuevo a un género que ya ha desarrollado ampliamente lo que aquí se plantea. El detective corrupto pero que en el fondo lo hace todo por su hijo que es Ray Velcoro y sobre el que pivota esta 'season finale' no es nada que el espectador medio no conozca ya de sobra y no le produzca cierto hastío.
Lo mismo para el personaje Frank Semyon (Vince Vaughn), que en una última escena onírica a través del desierto - por si no tuviésemos ya poco simbolismo gastado - su último pensamiento es para con su esposa antes de caer muerto de sus heridas. Tenían que darle una escena épica de rigor a cada personaje y esta parecía la apropiada, pero las razones para matar al personaje nos dejan tan perplejos como a este. Era innecesario que apareciesen los mexicanos a última hora para dejarle en la miseria, al menos no por las razones que ha dado la serie que se tornan inverosímiles.
No sabemos si inverosímil pero al menos si risible es el recurso narrativo del mensaje de voz a su hijo de Ray Velcoro con el que termina la línea argumental de este personaje. Una vez más, querer abusar del simbolismo no hace a un guión bueno, sino que normalmente lo hace parecer forzado como en este caso. La imagen aislada de la prueba de paternidad para dar contraste en la situación ha sido el remate final de las obviedades presentes. Y ya solo faltaba el epílogo para que se terminasen los noventa minutos, gracias al cielo.
Uno que es una de esas piezas más que comentábamos, separada de todo contexto y con el único motivo de ser el equivalente a aquella frase de Matthew McConaughey que decía que la luz estaba ganando. Un último rayo de esperanza que haga ver al espectador que todo el calvario que han pasado los personajes puede acabar trayendo algo de justicia llegado el momento. Lo que no nos traerá, eso seguro, es la historia vibrante y llena de tensión que esperábamos en su momento. Supongo que en el divorcio entre Pizzolatto y Cary Fukunaga hemos sido nosotros los que hemos salido perdiendo.
Aunque la HBO tampoco debe estar muy contenta, la verdad.