El final de una de las series más relevantes de estos últimos años ha llegado. 'My Mad Fat Diary' se despidió anoche de todo su público quien, entre lágrimas y risas, no quiso perdérselo. Si aún no ha visto el capítulo, no sigas leyendo, esta entrada podría contener spoilers.
El futuro no le está asegurado a nadie, y Rae (Sharon Rooney) tiene que tomar una decisión en su peor momentos. Tras enterarse de que Finn (Nico Mirallegro) la había engañado con Katie (Faye Marsay), acude al hospital psiquiátrico en busca de la ayuda de Kester (Ian Hart). Sin embargo, al llegar allí descubre la verdad: Kester lleva meses sin trabajar en el hospital. El mundo de Rae se viene abajo, y comete el error que había cometido en el pasado, volver a hacerse daño.
Ahora Rae debe tomar una decisión muy importante: quedarse en el hospital, en ese lugar seguro, tomando una medicación que la ayude a mantenerse tranquila... o, enfrentarse a la realidad, enfrentar a Finn y a Kester, contarle a sus amigos lo que está pasando y, además, hacer su último examen.
No sé para vosotros pero, para mí, 'My Mad Fat Diary' ha supuesto un cambio en mi vida. Esta serie llegó a mí poco después de su estreno en Reino Unido, y fue amor a primera vista. La idea de una protagonista fuera de los prototipos: con sobrepeso, problemas mentales y recién salida de un hospital psiquiátrico; fue romper con todas esas series que nos pintan el mundo de color de rosa. Y es que esta serie nos ha demostrado lo que es la vida. Porque nadie es perfecto, da igual lo que peses, como te vistas, la música que escuches: todo el mundo tiene problemas. Y eso es algo que My Mad Fat Diary ha sabido enseñarnos a la perfección. A través de los ojos de Rae hemos podido ver como cuando eres adolescente todo se magnifica, desde las cosas que no tienen importancia hasta las que sí.
Cuando anunciaron a comienzos de año que la serie finalizaría con esta tercera temporada, la verdad no estaba segura. MMFD me parece de esas series perfectas y redondas, y pensé: "¿para qué exprimirla más?". Sin embargo, creo que ha quedado demostrado que se puede concluir de manera increíble una serie de diez.
En este último capítulo vivimos decisiones importantes para Rae. Desde enfrentar a Kester, que es la persona en la que Rae más confiaba en cuanto a sus problemas se trataba, hasta contarles a sus amigos lo que había pasado con Finn. Incluso animar a su madre (Claire Rushbrook) para que acompañe a Karim (Bamshad Amedi-Amin) a trabajar en Túnez. Rachel Earl, tu crecimiento ha sido maravilloso.
La reflexión que vivimos en este capítulo es la de cualquier adolescente que, al llegar el final de esta etapa, debe enfrentar. ¿Elegir la comodidad y la seguridad de tu casa, tu ciudad, con tus amigos, tus padres? ¿O darle una oportunidad a un nuevo lugar, enfrentarte a los posibles problemas que se te puedan plantear? Ha sido un proceso de madurez en el que, sin ninguna duda, Rae ha pasado de ser una frágil adolescente con problemas de autoestima, a una joven adulta que, aún consciente de sus problemas, está dispuesta a enfrentarlos ella sola.
Este capítulo ha estado dividido en pequeños bloques, bloque en los que nuestra protagonista se iba despidiendo de las partes más importantes de su vida en Stanford.
Quiero empezar hablando por Linda. Cualquier madre que haya visto la escena entre Rae y ella, habrá podido sentirse identificada. Linda no sólo está preocupada por dejar a Rae sola en Bristol, sino también está preocupada por la fragilidad emocional de su hija. Una madre se enfrenta siempre a esta situación: dejar volar a su hijo solo. El personaje de Linda ha cambiado mucho en relación a la "enfermedad" de Rae, recordemos el comienzo de la serie, cuando ambas vuelven a casa del hospital, y su madre le ofrece unas chocolatinas. Sin embargo, a pesar de su locura, de sus olvidos, de esas situaciones tan típicas de una madre, Linda ha demostrado que, ante todo, su hija es su prioridad. Y es por eso que está dispuesta a dejar marchar a Karim y quedarse ella en Stanford, esperando a que su hija la necesite y estar allí para ella. Pero éste ha sido también parte del camino que han recorrido tanto Rae como su madre: ambas han crecido juntas, su relación ha crecido de la mano, ellas dos solas, sin el desinteresado padre de Rae (Keith Allen). Es un punto y aparte en su relación pero uno muy importante: ahora le toca a Rae ser la adulta, ser responsable de sí misma. Pero sabemos que, desde Túnez, y siempre atenta, estará Linda esperando a su pequeña con los brazos abiertos.
En segundo lugar, y a diferencia de la anterior temporada, Kester ha estado presente, y mucho. Y esto ha tenido que ver con la caída (y posterior resurgir) de Rae. La relación entre Kester y Rae es la que se conoce en cine como la de "maestro-discípulo", siendo Kester el maestro y Rae, su discípula. Sin embargo, al final de este viaje que ha sido la terapia entre ambos, esos roles se han intercambiado. Sí, Rae ha aprendido de Kester, ha conseguido, con su ayuda, recuperarse, abrir los ojos... pero Kester también lo ha hecho. No sólo es Kester un personaje lleno de valores, uno de esos personajes que no olvidas fácilmente, así como no lo es ninguna persona cómo él; pero es que Rae es, también, una de esas personas que deja huella.
Lo que empezó como una relación psiquiatra-paciente, en la habitación de un hospital, en donde una niña de 16 años que se autoflagelaba no decía ni palabra a su terapeuta, ha terminado con dos adultos, confidentes, amigos, unidos por una relación que nunca conseguirá romperse. Kester no ha sido sólo el terapeuta de Rae, ha sido su amigo. Y eso es mucho más de lo que ella esperaba.
En cuanto a la 'gang', a esa pandilla de amigos que entró en la vida de Rae sin que ella se diera cuenta, a esos amigos que, sin planearlo, se convirtieron en más que eso, se convirtieron en su familia, en su apoyo, en su vía de escape. Finn, Chloe (Jodie Comer), Archie (Dan Cohen), Izzy (Ciara Baxendale) y Chop (Jordan Murphy) el perfecto y, a la vez, imperfecto grupo de amigos unidos por un mismo pegamento: Rae. A lo largo de la serie, todos y cada uno de sus amigos le han demostrado a Rae que, de no ser por ella, ese grupo de amigos no se habría sostenido. Ella es el pegamento que les une, el "papi" del grupo... No sólo sus amigos de Stanford se lo han demostrado, también Danny Two-Hats (Darren Evans), o la pequeña Tix (Sophie Wright), quien aspiraba a ser como su amiga.... En palabras de la autora de esta historia: "La gente a la que quieres estará contigo da igual dónde vayas". Si bien la hora de tomar diferentes caminos ha llegado para Rae y sus amigos, esas amistades verdaderas, esas que recuerdas toda la vida, las de verdad, los amigos que han estado contigo en tus mejores y en tus peores momentos... Ellos nunca te abandonarán. Los amigos de Rae son, al fin y al cabo, sus mejores amigos, y ella es afortunada de tenerlos.
En segundo lugar, y a diferencia de la anterior temporada, Kester ha estado presente, y mucho. Y esto ha tenido que ver con la caída (y posterior resurgir) de Rae. La relación entre Kester y Rae es la que se conoce en cine como la de "maestro-discípulo", siendo Kester el maestro y Rae, su discípula. Sin embargo, al final de este viaje que ha sido la terapia entre ambos, esos roles se han intercambiado. Sí, Rae ha aprendido de Kester, ha conseguido, con su ayuda, recuperarse, abrir los ojos... pero Kester también lo ha hecho. No sólo es Kester un personaje lleno de valores, uno de esos personajes que no olvidas fácilmente, así como no lo es ninguna persona cómo él; pero es que Rae es, también, una de esas personas que deja huella.
Lo que empezó como una relación psiquiatra-paciente, en la habitación de un hospital, en donde una niña de 16 años que se autoflagelaba no decía ni palabra a su terapeuta, ha terminado con dos adultos, confidentes, amigos, unidos por una relación que nunca conseguirá romperse. Kester no ha sido sólo el terapeuta de Rae, ha sido su amigo. Y eso es mucho más de lo que ella esperaba.
En cuanto a la 'gang', a esa pandilla de amigos que entró en la vida de Rae sin que ella se diera cuenta, a esos amigos que, sin planearlo, se convirtieron en más que eso, se convirtieron en su familia, en su apoyo, en su vía de escape. Finn, Chloe (Jodie Comer), Archie (Dan Cohen), Izzy (Ciara Baxendale) y Chop (Jordan Murphy) el perfecto y, a la vez, imperfecto grupo de amigos unidos por un mismo pegamento: Rae. A lo largo de la serie, todos y cada uno de sus amigos le han demostrado a Rae que, de no ser por ella, ese grupo de amigos no se habría sostenido. Ella es el pegamento que les une, el "papi" del grupo... No sólo sus amigos de Stanford se lo han demostrado, también Danny Two-Hats (Darren Evans), o la pequeña Tix (Sophie Wright), quien aspiraba a ser como su amiga.... En palabras de la autora de esta historia: "La gente a la que quieres estará contigo da igual dónde vayas". Si bien la hora de tomar diferentes caminos ha llegado para Rae y sus amigos, esas amistades verdaderas, esas que recuerdas toda la vida, las de verdad, los amigos que han estado contigo en tus mejores y en tus peores momentos... Ellos nunca te abandonarán. Los amigos de Rae son, al fin y al cabo, sus mejores amigos, y ella es afortunada de tenerlos.
Por supuesto, dentro de este grupo, hay que destacar a un personaje crucial en la vida de Rae. Y no, no hablo de Finn. Hablo de Chloe. Ese personaje que, aunque nos querían pintar como la perfecta villana, conquistó nuestros corazones con sus fragilidades. Chloe, esa chica dispuesta a darlo todo por su mejor amiga, dispuesta a llenarle el coche de basura a la chica que ha traicionado a su amiga. Chloe. El personaje de Chloe, ha sido, sin duda, uno de los que más nos ha hecho sufrir. Chloe se ha ganado, no sólo el corazón de Rae, sino también el nuestro. Ha demostrado que por más guapa y perfecta seas, nada impide que puedas estar rota, que tengas tus brechas, que te preocupes por los demás, y no sólo por ti. Chloe ha demostrado que es la mejor amiga de Rae. Y que son Rae y Chloe, que da igual el lugar, el año; son Rae y Chloe, y eso no lo cambia nadie.
Por último, llega el momentos en el que todos nuestro corazones lloran, o no. Querría decir que sí, que no merecían Finn y Rae este final, que está mal, que es injusto, que tenían que acabar juntos. Pero este no es el final de Finn y Rae: es el comienzo. Cuando uno es adolescente, todo es distinto, especialmente el amor. Las relaciones se viven de forma más intensa, con más ganas de vivirlo todo ya. Y éste no era el momento de Finn y Rae. Pero no era un adiós. Estoy segura de que, en unos años, cuando ambos hayan crecido, hayan madurado, cuando estén dispuestos a ordenar sus sentimientos, a sentar cabeza, el destino hará que Finn y Rae se encuentren de nuevo y que, sí, estén juntos. Nunca es el final. Esto ha sido sólo un capítulo que ha terminado en la relación de Finn y Rae. Otro nuevo está por comenzar. Nadie sabe lo que depara el futuro, nadie sabe si se volverá a cruzar con su primer amor. Sin embargo, que este sea el punto y seguido para Finn y Rae, creo que ha sido la mejor decisión del mundo.
Lo más bonito de la relación entre Finn y Rae ha sido, sin duda, la de barreras que ha roto. Hoy en día vivimos entre prejuicios, en un mundo en el que, por pesar más de lo que debes, parece que no se te está permitido enamorarte, o que está prohibido que alguien se enamore de ti. Finn nos ha demostrado que el mundo no es así. Hay un roto para un descosido. Existen las medias naranjas, o limones, o pomelos, como lo queráis llamar. Existe ese amor, sea el primero, el segundo el último. Existe ese alguien destinado para ti. No nos queda ninguna duda de que sí, Finn y Rae son de esos, de esas personas destinadas a estar juntas. En algún momento, dentro de mucho tiempo, o no, en este mundo, en un universo paralelo, volverán a encontrarse, y todo será como debe ser. Gracias Finn por ser ese personaje que ha devuelto la confianza en el amor.
Cuando llega el final de una etapa, el final de un viaje, de un fin de semana, de un acontecimiento importante, sentimos un vacío, y a la vez miedo. Vacío por que ese miedo se ha instalado en nosotros. Porque tenemos miedo a no volver a sentirnos así. A no volver a divertirnos así. A no volver a conocer gente así. La vida está llena de experiencias, de viajes, de momentos... Todos son inolvidables. Todos los momentos que sean importantes en vuestra vida, debéis guardarlos como un tesoro, debéis recordarlos con cariño, de vez en cuando volver sobre ellos. Sí, llorad porque se acaban; no está mal llorar, significa que ha sido importante y que no quieres que se acabe. Pero la vida es una sucesión de momentos, de etapas, de experiencias... Y todas y cada una de ellas nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.
'My Mad Fat Diary' supone el final de un viaje de tres años. Un viaje en el tiempo, a un pueblo inglés de los 90. Un viaje a la adolescencia, esos años de locura inolvidables. Un viaje con cambios, con emociones. Un viaje acompañando a una serie que, a muchas personas, nos ha marcado. No debemos llorar porque se acaba. 'My Mad Fat Diary' estará siempre ahí, dispuesta a recibirnos con los brazos abiertos, a arroparnos en las noches de insomnio, para reír y llorar con sus historias, sus personajes. Es una de esas series que recordaremos siempre con una sonrisa. Y eso es más de lo que esperábamos hace tres años.
Así que gracias, 'My Mad Fat Diary', por las risas, por las lágrimas, por lo que nos han enseñado, por dejarnos viajar tres años contigo, por convertirte en una etapa más, y por hacernos saber que siempre estarás ahí, para cuando queramos volver a vernos.
Irene Alva, @irenealva