Quizá estemos especialmente susceptibles tras la cancelación de 'Hannibal', pero nos tememos una nueva tragedia. Porque tras una segunda temporada espectacular, que deja atrás incluso a una primera que fue lo mejor del año pasado, ni las cifras de audiencia mejoran ni la cadena parece querer darle algo más de bombo a la que en este momento es su serie en activo de más calidad. Esperamos equivocarnos y que este 'recap' de final de temporada no sea el último que hagamos, con ciertos 'spoilers', de 'Halt and Catch Fire'.
Es curioso que la cadena norteamericana plantease esta serie como relevo natural de 'Mad Men' y en sus primeras campañas ambas series se pareciesen tan poco. Los elementos coincidentes estaban ahí pero el 'zeitgeist' de ambas era muy diferente. Esta tendencia se ha mantenido en una segunda temporada demoledora emocionalmente, pero cercanos al final hemos tenido la sensación de estar viendo uno de esos grandes momentos que la serie de Matthew Weiner nos ofrecía a la hora de cerrar.
Porque esta redención frustrada de Joe McMillan (Lee Pace) ha tenido un inicio y un desenlace muy semejante a aquella que viviese Don Draper en su quinta temporada. Es un aroma muy reconocible, a pesar de ser muy conscientes de que la serie que hoy nos ocupa ha optado por seguir su propio camino desde hace tiempo. Quizá por eso tengamos una sensación de plenitud al ver la 'season finale', sabiendo que estamos ante un producto de los grandes por méritos propios.
Porque esta segunda temporada, especialmente en su segunda mitad, ha conseguido ser un torbellino de emociones como pocos este año. Las tramas de los cuatro personajes protagonistas han funcionado como una máquina perfectamente engrasada entrecruzando sus caminos una vez más a pesar de partir separados. Cameron Howe (Mackenzie Davis) siempre ha sido nuestra favorita, pero Donna Clarke (Kerry Bishé) ha llegado un punto de contradicción interna que se la ha situado a su altura.
Si tuviésemos que ponerle peros a estos últimos cinco episodios, quizá hayan invertido demasiados minutos en Gordon (Scoot McNairy) y su enfermedad. No necesitaba tanto desarrollo como el que ha tenido, pero es una muestra más de lo mucho que le importa a 'Halt and Catch Fire' que lleguemos a entender por qué cada personaje hace lo que se nos muestra. Es una necesidad casi obsesiva por la identificación del espectador con los distintos personajes que la hace única.
Esto llega a la sublimación con Joe McMillan. Él lo ha intentado, ha puesto todas sus fuerzas en construir algo desde la honestidad y en confiar en sus antiguos compañeros y en su nueva familia. En todo momento hemos tenido la mayor empatía con el personaje de Lee Pace, que conocedor de su fama y de sus actuaciones pasadas intenta beneficiar tanto a sus amigos en Mutiny como a su suegro en Westgroup. Solo para ser utilizado por ambas partes cuando la relación no sale bien.
Ha sido un lujo tener a James Cromwell en la serie aunque solo sea por una temporada, una especie de versión experimentada del propio McMillan, pero su personaje no ha sido el que ha hecho que sus ilusiones por cambiar se derrumben de una vez por todas. Han sido esos amigos con los que él desesperadamente intentaba volver a conectar los que le han dado la última puñalada. ¿Tú también, Bruto? Lección aprendida para el protagonista, que vuelve a lo más oscuro de su ser una vez más.
Una tercera temporada en la nueva etapa californiana de la serie no es solo un deseo, es una necesidad. Hemos visto al moralmente gris Joe McMillan en la primera temporada, al caballero blanco en la segunda y ahora nos tocaría el negro - apreciese que el color de los trajes de Lee Pace cambiaba esta temporada según su personalidad imperante - que volvería a compartir escenario con una Mutiny unida una vez más.
Que eso suceda, por favor.
David Valverde, @CapitanValverde.
Es curioso que la cadena norteamericana plantease esta serie como relevo natural de 'Mad Men' y en sus primeras campañas ambas series se pareciesen tan poco. Los elementos coincidentes estaban ahí pero el 'zeitgeist' de ambas era muy diferente. Esta tendencia se ha mantenido en una segunda temporada demoledora emocionalmente, pero cercanos al final hemos tenido la sensación de estar viendo uno de esos grandes momentos que la serie de Matthew Weiner nos ofrecía a la hora de cerrar.
Porque esta redención frustrada de Joe McMillan (Lee Pace) ha tenido un inicio y un desenlace muy semejante a aquella que viviese Don Draper en su quinta temporada. Es un aroma muy reconocible, a pesar de ser muy conscientes de que la serie que hoy nos ocupa ha optado por seguir su propio camino desde hace tiempo. Quizá por eso tengamos una sensación de plenitud al ver la 'season finale', sabiendo que estamos ante un producto de los grandes por méritos propios.
Porque esta segunda temporada, especialmente en su segunda mitad, ha conseguido ser un torbellino de emociones como pocos este año. Las tramas de los cuatro personajes protagonistas han funcionado como una máquina perfectamente engrasada entrecruzando sus caminos una vez más a pesar de partir separados. Cameron Howe (Mackenzie Davis) siempre ha sido nuestra favorita, pero Donna Clarke (Kerry Bishé) ha llegado un punto de contradicción interna que se la ha situado a su altura.
Si tuviésemos que ponerle peros a estos últimos cinco episodios, quizá hayan invertido demasiados minutos en Gordon (Scoot McNairy) y su enfermedad. No necesitaba tanto desarrollo como el que ha tenido, pero es una muestra más de lo mucho que le importa a 'Halt and Catch Fire' que lleguemos a entender por qué cada personaje hace lo que se nos muestra. Es una necesidad casi obsesiva por la identificación del espectador con los distintos personajes que la hace única.
Esto llega a la sublimación con Joe McMillan. Él lo ha intentado, ha puesto todas sus fuerzas en construir algo desde la honestidad y en confiar en sus antiguos compañeros y en su nueva familia. En todo momento hemos tenido la mayor empatía con el personaje de Lee Pace, que conocedor de su fama y de sus actuaciones pasadas intenta beneficiar tanto a sus amigos en Mutiny como a su suegro en Westgroup. Solo para ser utilizado por ambas partes cuando la relación no sale bien.
Ha sido un lujo tener a James Cromwell en la serie aunque solo sea por una temporada, una especie de versión experimentada del propio McMillan, pero su personaje no ha sido el que ha hecho que sus ilusiones por cambiar se derrumben de una vez por todas. Han sido esos amigos con los que él desesperadamente intentaba volver a conectar los que le han dado la última puñalada. ¿Tú también, Bruto? Lección aprendida para el protagonista, que vuelve a lo más oscuro de su ser una vez más.
Una tercera temporada en la nueva etapa californiana de la serie no es solo un deseo, es una necesidad. Hemos visto al moralmente gris Joe McMillan en la primera temporada, al caballero blanco en la segunda y ahora nos tocaría el negro - apreciese que el color de los trajes de Lee Pace cambiaba esta temporada según su personalidad imperante - que volvería a compartir escenario con una Mutiny unida una vez más.
Que eso suceda, por favor.
David Valverde, @CapitanValverde.