No nos creemos que 'Ray Donovan' siga siendo una de las series que pasan desapercibidas en la parrilla de Showtime cada verano. Somos incapaces de verlo así no solo por la calidad de la serie, sino por las múltiples nominaciones a grandes premios que se lleva cada año y los actores de primer nivel que escogen fichar por ella. Por lo que si no la veis, es culpa vuestra. Nosotros hoy vamos a hablar de cómo ha ido avanzando su tercera temporada de cara a su tramo medio con ciertos 'spoilers', estad atentos.
Hasta este momento, el protagonista Ray Donovan (Liev Schreiber) se había movido entre las altas esferas solucionando el rastro de escándalos que estos dejaban tras su paso, pero nunca había pertenecido a ellas y menos aún había entrado a formar parte de sus tratos. Todo prometía cambiar con la compra de sus actividades por parte del magnate Albert Finney (Ian McShane), que le abría puertas que hasta el momento para él estaban cerradas, pero las cosas no son tan fáciles.
No lo son porque en clan Finney no es una única fuerza, sino una multiplicidad de ellas que tiran en direcciones opuestas. Si salvar al hermano díscolo de si mismo ya parecía algo disparatado, tener que decidir entre su empleador y su hija Paige Finney (Katie Holmes) a la hora de concretar sus alianzas ya sobrepasa todo lo que pudiese esperar el protagonista. Aunque los argumentos de esta última puede que ayuden en su favor.
Unos argumentos que incluyen la evidente tensión sexual y la posibilidad de entrar a formar parte del gran acuerdo para llevar un equipo de la NFL a Los Ángeles. Concretamente un tres por ciento de la propiedad del futuro equipo a cambio de las grabaciones de las llamadas calientes que esta le hizo al gobernador de California. Unas que de salir a la luz podrían hundir la campaña de reelección de este y la carrera profesional de ella. O usarse como correa de chantaje permanente.
El principal problema es que Albert Finney también quiere esa grabación para disuadir a su hija de llevar adelante el trato del fútbol americano, algo que nunca ha sido de su especial interés. No parecía lo más sensato llevar adelante el asunto sin el hombre que le enlazó con el propio gobernador para sacar a su hermano de la cárcel, amenazado de muerte por la Hermandad Aria, pero tampoco parecía lo correcto dejar pasar esa oportunidad y tener la vida cómoda a la que siempre había aspirado.
Pero todo aquello que dependa de una decisión política es tan volátil como el puesto del político en si mismo. Los comentarios raciales del gobernador hacen desaparecer su posición como tal y con ello, por el momento, toda posibilidad de llevar el equipo a la ciudad por los terrenos que este iba a conceder. ¿Qué es lo siguiente? Contención de daños, algo que se le da muy bien a Ray y que hemos visto en el último episodio.
Quizá este año las tramas de Mickey Donovan (Jon Voight) estén en un segundo plano con respecto a las de su hijo, pero eso no significa que no tengan importancia. Su incursión en el mundo de la prostitución y su trato forzoso con los armenios ha tenido un recorrido en paralelo con el principal arco argumental de la serie, que pasa de muy prometedor a desastre en potencia del que haya que salvar lo que se pueda. Veremos si en algún momento ambos encajan correctamente.
Porque lo que no nos termina de encajar es la presencia del párroco que va detrás de los Donovan por la muerte del sacerdote que había abusado de Ray y Bunchy, se lleva demasiados minutos por episodio para aportar tan poco a estos. Al menos más allá de recordar al espectador una y otra vez que el protagonista también fue víctima de abusos sexuales en su etapa infantil. Por favor, que nos ahorren tanto esto como los lloros de Abby Donovan (Paula Malcomson).
Todavía nos quedan cinco episodios, hay margen para realzar unas tramas y despedirse de otras, ¿no creéis?
David Valverde, @CapitanValverde.